Un estudio internacional con participación del investigador chileno Jorge I. Mardones revisó el estado actual y las perspectivas de las tecnologías que buscan controlar floraciones algales nocivas (FAN) en aguas marinas, un fenómeno con impactos crecientes sobre la salud humana, la biodiversidad y actividades productivas como la acuicultura.
La investigación, elaborada por investigadores de Chile, Estados Unidos, China, Países Bajos, Corea, Canadá y Japón, sostiene que, pese a avances en las últimas décadas, todavía existe una brecha relevante entre la magnitud de los eventos y la disponibilidad de herramientas aceptables, efectivas y escalables para intervenirlos en el ambiente marino. También plantea que no todas las FAN deben ni pueden ser “controladas”, y que la decisión de aplicar una tecnología debe considerar costos, riesgos y consecuencias ecológicas y sociales, comparadas con la alternativa de no intervenir.
Soluciones
Entre las estrategias revisadas, el estudio analiza enfoques orientados principalmente a la mitigación de impactos, más que a la eliminación total de las floraciones algales nocivas. En el ámbito de la acuicultura, se describen medidas operativas que buscan reducir la exposición de los peces durante eventos de FAN, como el manejo de la profundidad de captación de agua o el uso de capas con menor concentración de microalgas, prácticas que han sido aplicadas en distintas regiones como respuestas de corto plazo frente a episodios críticos.
Junto con ello, la revisión aborda alternativas de intervención directa sobre la columna de agua, entre ellas el uso de arcillas modificadas para promover la agregación y sedimentación de células algales, así como el desarrollo de soluciones de tipo biológico y químico. El trabajo advierte que, si bien estas estrategias pueden mostrar efectos en la reducción de concentraciones celulares, su aplicación a mayor escala plantea desafíos relevantes en términos de eficacia, posibles impactos ecológicos, costos operacionales y marcos regulatorios, aspectos que deben ser evaluados caso a caso antes de su implementación.
El trabajo subraya además que el despliegue de estas alternativas suele enfrentar desafíos regulatorios y de aceptación social, por lo que propone fortalecer la coordinación entre ciencia, autoridades, comunidades y sectores productivos para desarrollar criterios claros de respuesta, especialmente en eventos severos.
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