
En el Seminario Internacional “Innovación Sostenible para los Desafíos de la Acuicultura Emergente en Chile”, la fundadora de Cocinamar y Tres Peces, Meyling Tang, presentó el proyecto “Que vuelvan los salones de ostras”. La iniciativa busca reactivar el consumo de ostras en Chile con trazabilidad, educación al consumidor y respeto por el territorio, articulando productores, cocineros y público para impulsar un mercado responsable y con identidad.
Bajo el título “Que vuelvan los salones de ostras”, Tang revivió el antiguo esplendor de los espacios gastronómicos que a inicios del siglo XX existían en Valparaíso y Santiago, donde las ostras eran parte esencial de la dieta urbana y símbolo de un Chile cosmopolita y conectado al mar. A través de registros históricos, relató cómo pioneras como Laurence Solminiac impulsaron el comercio ostrícola en el país, enfrentando problemas logísticos similares a los actuales: transporte, almacenamiento y necesidad de inversión para mantener las ostras vivas y frescas.
Hoy, explicó, los desafíos son otros pero guardan un mismo hilo conductor: la urgencia de construir una cultura de consumo local, transparente y sostenible. Para ello, Tang impulsa desde Cocinamar y Tres Peces una red de trabajo colaborativo entre pescadores, acuicultores, cocineros y consumidores, basada en principios de trazabilidad, precio justo y respeto por el oficio. Su visión busca descentralizar el acceso al producto, llevar las ostras a los hogares y diversificar formatos más allá del consumo en crudo, incorporando preparaciones ahumadas, en paté o conservas.
La gestora también destacó ejemplos concretos de revitalización territorial, como el Festival de la Ostra en Ancud o los emprendimientos de ostricultoras en Tongoy y Columo, que integran producción con gastronomía y turismo local. Para Tang, estas experiencias son la base de un nuevo modelo de “ostraturismo”, donde el visitante puede conocer los cultivos, degustar en el lugar y comprender el valor ecológico y económico de esta actividad.
Durante su presentación, mostró ejemplos internacionales de desarrollo exitoso, como el FenaOstra de Florianópolis (Brasil), donde la articulación entre productores, cocineros y autoridades convirtió a la ostra en un emblema regional y un motor turístico. También mencionó su visita al País Vasco y Galicia, donde la tradición ostrícola se mantiene viva en calles, bares y ferias, con una fuerte identidad territorial que asocia cada ostra a su lugar de origen.
En Chile, iniciativas como las degustaciones itinerantes de Cocinamar han logrado reintroducir las ostras en espacios no convencionales —cafeterías, museos, cines o termas—, acercando a nuevos públicos a un producto que por años fue percibido como elitista. Su propuesta apunta a democratizar el acceso al mar y reconectar a las personas con el “maritorio” chileno desde la experiencia sensorial y la educación ambiental.
Finalmente, Tang anunció la formación de una red de mujeres ostrícolas en colaboración con productoras de distintas regiones, enfocada en compartir aprendizajes, potenciar el liderazgo femenino y visibilizar la contribución de las comunidades costeras a la acuicultura sostenible.
Su intervención cerró con un mensaje claro: el consumo responsable es una forma de conservación. En tiempos en que la sustentabilidad y la innovación marcan la agenda de la acuicultura, Meyling Tang propone volver al origen: rescatar las tradiciones, fortalecer los vínculos entre productores y consumidores, y volver a disfrutar —con nombre, apellido y trazabilidad— los sabores del mar chileno



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