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El uso de iluminación artificial en el cultivo de salmones ha demostrado beneficios iniciales: retrasa la maduración sexual, acelera el crecimiento y reduce riesgos durante la fase en agua dulce y marina. El fotoperiodo e intensidad lumínica influyen en alimentación, gasto energético y comportamiento social. Sin embargo, manipular el ciclo natural de los salmónidos provoca efectos fisiológicos y conductuales adversos frecuentemente ignorados. Estudios recientes cuestionan su eficacia y seguridad:
Valenzuela et al. (2022) hallaron que el fotoperiodo continuo (LD 24:0) genera estrés agudo, afecta la inmunidad y disminuye el Factor de Condición. Montgomery et al. (2024) observaron que tratamientos LD 12:12 y LD 24:0 no mejoran el rendimiento respiratorio en smolts grandes, reducen tolerancia a hipoxia y comprometen la osmorregulación. Ytrestøyl et al. (2022) confirmaron que el salmón puede adaptarse al agua de mar sin señales lumínicas artificiales, destacando que LD 24:0, aunque acelera el crecimiento inicial, eleva la conversión alimenticia y reduce el desempeño en el mar. Hamre et al. (2022) vincularon fotoperíodos comerciales con cataratas, pérdida de pigmentación y estrés oxidativo, afectando bienestar animal y calidad del filete. La evidencia creciente debilita la percepción del fotoperiodo artificial como tecnología exclusivamente beneficiosa y exige una evaluación ética y científica equilibrada.



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